domingo, 19 de diciembre de 2010

Ex


Estas tardes de domingo, de curro y fútbol, cada vez me encogen más el corazón. Vale, ya lo he oído, cocina: si corazón no tienes… Y es verdad que no tengo corazón, igual que esta tierra. Me quedo pues  descorazonado, capte el matiz quien sepa. Así que estas tardes de domingo pues me encogen el bazo o los cojones, que hígado no tengo, y me descoyuntan las vértebras. Llora el pequeñajo de los vecinos en el descansillo. Se acabó la lluvia que ha empañado el alma de estos dos días. Pero he hecho un descubrimiento. Lento como soy en todo, me acabo de enterar. No de todo, claro.
Me acuerdo de otras tardes de domingo de curro y fútbol en casa. Gran concepto, casa, excluido de mi vocabulario. Gran sustantivo que ya no dice nada. Ahora sería un cúmulo de adjetivos, pero no es el momento.
Vaya por delante que este blog sigue una máxima baudeleriana: se trata de mon coeur mis a nu, algún acento se me olvida y no lo pienso poner. Al que le desagrade, que le zurzan. A quien pida cautela, que pierda cuidado. Los riesgos están asumidos.
Y el Almería, que va siendo ―natural―, mi tercer equipo, la caga con el Getafe (2-3), tras haber ido ganando un buen rato. Es que es mucha la jeta la que tiene el Geta.
El ZGZ no vale un pimiento, pero los pimientos rojos de Osasuna no están para guindillas. Suena ―leo, quiero decir que leo, pero Leo Franco― antes de acabar, que los rojillos y los blanquiazules dan por bueno el reparto de puntos exiguo. Pero no eximio. Un 0-0 es lo peor.
He entendido de pronto algo que debiera saber desde hace mucho: lo que es el exilio, lo que es la expulsión, lo que es ser un ex. Es una decisión consensuada: me excluyo, te eximes, te exfumas, te extampo… (Basta de juegos: basta, todo es ex.)
En mi caso no median circunstancias políticas ―o sí: la familia funciona de manera micropolítica, como una micromonarquía republicana; no diré que se consensúe nada, porque todo está consensuado―. Ex hijo, ex padre, ex hermano. En eso me he convertido, por arte y gracia de dios (En esta frase hay un error que no pienso corregir: ¿tiene arte dios? No creo). Y de quienes tienen la ley en la mano: mi hermano, mi padre, mi madre, mis hijos, mi ex. No de mí, que de leyes, ¡uaca!
Pero en esta Almería que es mi México republicano particular, y el clima no es disímil, de pronto lo he entendido ahora que la lluvia escampa y vuelve el tiempo bueno. Los poderes que son ―poderes fácticos, vaya― no desean moscas que molesten. A las moscas se las espanta. ¿Se las expanta? Y si uno se tiene que ir, pues se va. (Ya, ya te oigo: si hay que ir se va, pero… ir paná es tontería. La que extoy, sin ese, bonito juego en inglés, a punto de cometer yo) Recoge velas uno a todo trapo y se larga. ¿A alguien le extraña? Te han expulsado ―hay un relato de Beckett titulado así, L’expulsé―, luego te largas. Te has hecho expulsar. Sin extrañezas. El ex dolor de la ex espalda es como el dolor de la espalda, pero en pasado. Ese sitio donde se hace todo de manera diferente. El ex fumador ―en trámite, todavía no del todo― es el fumador que no fuma. El recuerdo es lo que queda. Todos los ayeres. Y quedan los mañanas, ya lo decíamos ayer, con Luis de León, excarcelado.
He soñado que le partía la tibia y el peroné a mi hermano en una entrada criminal. Yo no sabía que era mi hermano el de la camiseta negra que llevaba el 7 a la espalda. No nos jugábamos nada, un balón dividido, el pescado estaba todo vendido, minutos basura, el empate nos valía a todos. La entrada era de roja directa ―era una entrada sonrojante― y era de muchos partidos de suspensión. De todos los partidos. O acaso lo sabía, sabía que era él. O no, en el sueño no lo sé. Pero le partí la pierna entera. (Para los Galeanos y los Sorianos y los Valdanos y los Cruces y los Suárez, buen argumento para cuento futbolero.)
Llora el peque de los vecinos en el descansillo. Se llama Miguel.

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